martes, 5 de julio de 2016

LA SOMBRA DE LA MANO









En el año 2001, en un viaje a Canadá, encontré un libro de fotografías del artista japonés Shomei Tomatsu. Particularmente me atrajo una foto de un guante aplastado en el asfalto y por encima la sombra de la rueda de una bicicleta.
Traje el libro a Buenos Aires. Durante estos años muchas veces miré la fotografía del guante… Diez años después volví a las fotos con el deseo de hacerlas hablar. Varias de las fotografías de Tomatsu parecen constituidas por capas de diversos materiales por lo que no se sabe bien cuál fue el objeto fotografiado.
Shomei Tomatsu, que falleció en diciembre de 2012, fue reconocido por sus fotografías de sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki y de objetos destruidos por las explosiones.
Este libro incluye poemas escritos a partir de fotografías en blanco y negro del artista japonés, y también, una pintura de mi autoría. No me propuse describir las fotos ni su tema sino tensar las imágenes dando a luz una nueva capa de sentido a través de la musicalidad de la palabra poética y, también, dibujando y experimentando con la pintura.
s.d





Anudo el alma a las sombras
camino.

El sol se detiene en el
duro corazón
de la simetría.

Puntos de luz.

Lo que acaricio
se derrite.


***


La respiración irrumpe
en un escondrijo
debajo de una costra

un borde de sol.

El corazón del cactus
desmembrado
absorbe los cuerpos
de paso lento.

Ocurre el abandono:

disimulo
sueño
reparo

puntos negros en movimiento.



***

Después del rastrillaje de los cuerpos
las almas se dividen
las cabezas se parten
al medio
y las orejas crecen negras
hasta el cielo
en este aire
que fue
agua.

Donde hay sacos de harina
hubo ojos de agua
y más agua.



***


A este órgano huevo violeta
huevo de luz
habría que tratarlo
con humildad y ternura
abrasarlo circularmente en el fuego.

El humo enciende el misterio
de las palabras del corazón
adormilado
y torpe.


***



El gato simula dormir.
Tiene un ojo grabado en el corazón que vigila.
Boquea.
Se ríe de nosotros.

Quiero soñar que es un niño el gato viejo que duerme.


***




Lágrimas de ácido en el hueco de la memoria.

Raspar, raspar, raspar
pero nada, nada, nada.

Círculos de leche petrificados.

Los fantasmas no tienen
base de sustentación
sí talento para enroscarse
a las raíces oscuras de la hiedra.

Picar, golpear, destruir

encontrar la melodía
del frío de la noche.


***



Arrugo papeles de diferentes texturas:
explosiones de luz.
Los destellos congelados del festejo
no evitan la representación
de lo corrupto, de un pasado sórdido.
Al cuerpo en abandono
se lo lleva
la corriente

se deja alumbrar.


***



Por más que se ubique una piedra pequeña y negra en el centro de la reverberación circular nos despedimos en la turbulencia -sin memoria- arrasadora de nuestra raíz oscura que ahora navega hacia una oscuridad mayor.


La textura del oleaje
hace nacer una mujer
con brazos de hojas puntiagudas y cabeza de luna nueva.
La textura de la luz de la luna nueva
hace nacer
un oleaje.


***


La turbulencia cada vez
más fuerte
placas fosilizadas
-pasta de larvas y plancton-
en las que se apoya qué.

Hace un segundo
una mano
abandonó un objeto
cerca del nonato

huyó hace otro segundo.

El pez-sombra
intenta
moverse, salir
del relieve
de la gravidez.

Observo una tortuga infinita
que desova.


***

El corazón se escarpa y en las nubes se abren bocas para aullar.
Por más que se hunda la mano en la tierra
en el cielo
en la misma piel
la muerte queda

de relieve.

***


El amor continúa: algunos seres
urgen su paso, se entrechocan
en abrazos leves, patinan
en un mapa iluminado
se diluyen para no morir
por aplastamiento.


***



El camino se abre
explota el agua
con la fuerza
de una raíz que levanta
la memoria.
Estas sombras se plantan contundentes
necesitan
conversación.



***

La felicidad de los patos no es nuestra felicidad.
Pero las cosas son iguales para nosotros y para ellos.
Hilos de agua en las patas palmípedas
estructura en la que se enganchan y crecen
sentimientos retráctiles

¡Tirá, tirá!

Una sonrisa nos alumbra.


***


Luminosa
rana
blanca
incipiente
da vueltas
en el agua

caen:

larvas rojas
puntos acuosos

órganos
desmembrados.


 ***


Tiempo detenido
en las ventanas
en los vidrios fijos
en la toalla.
Tiempo
en los muros simétricos
sombras de gusanos ondulantes
sombras
de manos transparentes.

Viento, mucho viento
y las emociones que
 no se pueden
comprender.


***



Pequeños objetos en flotación:
¿vienen de la raíz del mundo?
vidrios, residuos, huesos
el crack de las cosas
pequeños mundos
delicados, humanos
construidos
con atención
buscando dónde anclar
su propia raíz.



***


Un ojo de agua y cenizas

las cosas se
van hundiendo.

Hacia ahí navegan los platos
de la última discusión.


***


Del jardín se escapó la maceta
viaja por el espacio echando
raíces voladoras
La planta abandona la maceta

un rayón luminoso tajea el cielo.


***


Fétidos desechos traslúcidos.
Espíritu flexible
de lo pequeño.



***

La mano quiso pero no pudo
subir por la pierna de su padre
hasta la Clavícula Gigante.
La sombra profusa del bosque
la deprimió.


***



Todos se fueron y la hierba insiste en crecer en el asfalto
burbujas de luz
placas traslúcidas
agua
la velocidad dispersa la voluntad.



***

En el centro de la flor
en el centro
de la sombra de la mano
brilla exacta
la yema del tiempo. 


***

La Trenza de Pan del Mundo Iluminada, lluvia sobre la piel del lagarto que envejece.


***

Torsión y brillo:
colgajo animal que pende de la ferocidad de las nubes
se retuerce al son de las notas
más graves
del cielo.

***


Si se pudiese caer la piel del rostro completa
sacarse la mascarilla de dolor

ver por dentro las venas abultadas:

gusanos blancos
anillos plateados

-pedazos irregulares
de tráquea blanca-

Que se caiga la piel del rostro completa
que se caiga la mascarilla de dolor.


***

Cuerpos sobrevivientes la línea de agua hasta los ojos cuerpos hinchados de agua desprendiéndose del muro cuerpos descascándose la memoria de las cosas cayendo las cosas retumbando.


***



Por la caverna del cuerpo
baja
una catarata
de barro
elástico
caen
a toda velocidad
flores abigarradas
desaparecen
como si quisieran
retroceder.

Es el corazón
del pintor
el que flota
blanco
en el agua
y briznas
de crayón
aceitosas.
Sube y
baja.
Empuja
y rebota
en el agua.
Nada
nada
se aleja
como quien
niega
la muerte
elástica.


***


La luz de la historia se condensa recorriendo un vientre áspero y abierto.
Feto: signo de pregunta que se petrifica.


Selva Dipasquale, Editoria , zindo & gafuri, Buenos, Aires 2015


***

Reseña

por Verónica Pérez Arango



1. En La sombra de la mano, Selva Dipasquale ahonda, una vez más, en lo que la viene obsesionando desde hace mucho tiempo: el cruce entre la plástica y la escritura. Desde la dedicatoria y la breve nota introductoria, las artes visuales se imponen como la inspiración y el contexto de este libro que incluye la reproducción de una pintura de la misma autora, y poemas "escritos a partir de fotografías en blanco y negro del artista japonés Shomei Tomatsu, para dar a luz una nueva capa de sentido". De ese modo, la poeta decide trabajar, capa sobre capa, un material que, desde el comienzo, percibimos misterioso, pues a la vez que dice algo, lo oculta y vela.


2. Los poemas del libro, breves en su gran mayoría, acumulan imágenes abstractas que recuerdan cuerpos, accidentes, naufragios: restos de otros mundos. Un efecto detritus, un corpus en descomposición, algo que fue, cualquier cosa, lo perecedero deja sus huellas en el lenguaje.


3. Los versos de La sombra de la mano aparecen desflecados sobre la hoja, algunas líneas largas corren en paralelo con otras más, mucho más, cortas, y dejan espacios en blanco en la hoja, transparencias que dejan ver lo que pasa por arriba y por abajo.


4. La sombra de la mano se sostiene en la presencia casi exclusiva de las acciones; los verbos se multiplican en estos poemas y van construyendo una poesía en un continuo movimiento arrollador. En ese movimiento se escribe el poema pero también se destruye. Los versos se retroalimentan así: La textura del oleaje / hace nacer una mujer / con brazos de hojas puntiagudas y cabeza de luna nueva. / La textura de la luz de la luna nueva / hace nacer / un oleaje.


5. Dipasquale escribe y crea un mundo que es la consecuencia inevitable de la destrucción momentánea de lo existente: por un rato, al menos, se suspende lo que conocemos, y nace otra cosa. Es por eso que escribir siempre implica arrojo y violencia. En estos poemas proliferan verbos como "hundir", "entrechocar", "explotar", "aplastar", "picar", "destruir", "golpear", "raspar", acciones punzantes que implican algún tipo dolor, hasta "tirar" y "tirar" de ellas para que salga algo. Términos provenientes de un universo putrefacto enterrado que sale a la luz, el mundo-basura, los restos rescatados de la muerte: "colgajo animal", "gusanos blancos", "cuerpos sobrevivientes", "pedazos irregulares de tráquea blanca", "feto", "órganos desmembrados", "vidrios, residuos, huesos", "círculos de leche petrificados", "placas fosilizadas", "pasta de larvas y plancton", "nonato", "relieve": palabras-detritus transformadas en un humus capaz de hacer crecer un cosmos extraño, donde el yo lírico permanece invisible porque se mezcla como abono fértil y brota convertido siempre en algo nuevo.



Verónica Pérez Arango


http://zindogafuri.blogspot.com.ar/2016/05/veronica-perez-arango-sobre-la-sombra_27.html


Librerías en las que se consiguen los libros publicados por Zindo & Gafuri

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